miércoles, 11 de julio de 2012

SI SOMOS AMIGOS






¿Alguna vez te han regalado una estrella?

Si somos amigos

yo prometo regalarte la que tú escojas…!



¿Alguna vez te han regalado flores?

Si somos amigos

yo prometo regalarte todas las que encuentre…!



¿Alguna vez te han regalado sueños?

Si somos amigos

yo prometo regalarte los que tenga contigo…!



¿Alguna vez te han regalado lluvias?

Lo siento…

No puedo prometerte eso,

porque cuando llueve llora al cielo

y yo a un Amigo

no suelo regalarle llantos.



Pero si somos Amigos,

¡yo prometo consolar tus lluvias!


lunes, 9 de julio de 2012

LA MELODÍA

 




“ La música atravesó mis oídos y me penetró como un susurro iluminado, como un viento melodioso que dio luz a mi interior.


Una nostalgia desconocida se apoderó de mi Ser, se sentó junto a mi corazón y dirigió la orquesta que habitaba en mi alma. La triste melodía “Para Elisa”, me llevó a otro lugar…cerré mis ojos y ya el Mundo no era igual.


Dejé de oír por segundos el ruido de la calle que hasta entonces parecía una enmarañada confusión, una sombra lúgubre de mis sueños. La gente alrededor se silenció, todo dejó de existir, los vehículos y las esquinas, los almacenes y las tiendas en la calle, todo se convirtió en pintura fresca desecha por el agua de aquella extraña emoción.


Descosí por dentro un profundo sentimiento y algo guardado surgió entonces tras la oscuridad de mis pupilas. Quise que de mis ojos saliera un río de recuerdos líquidos, pero algo en mí no me dejaba hacerlo, algo encendido por esa pequeña caja musical me lo impidió.


En un parpadeo observé con asombro infantil la diminuta muñequita que danzaba su tristeza. Sus movimientos hicieron bailar algo en mi alma y cada nota me golpeó compás a compás, como agujeteos dulces en mi corazón.


Desde aquel día, no pude despertar. Vivo ahora una nublada ensoñación, como si aquella cajita, inofensiva en apariencia, hubiera tirado abajo los muros que me dividían por dentro.


Y aún no reconozco con claridad lo que me embarga: ¿un viejo recuerdo sin recordar? No lo sé. Pero no puedo lavarme esta sensación del cuerpo ni del alma…”





Su mariposa ancestral, su alma hermana, compañera de antiguos renacimientos, observaba a sus espaldas como relataba en tinta lo que ni él mismo comprendía.


Y recordaba ella misma sus nostalgias frente a las melodías, en especial de aquella, cuando en una de esas tantas vidas terrenales, danzaba como aquella muñequita mientras escuchaba tocar el piano “Para Elisa” con una dicha ciega, con una emoción rebosada, llena de lágrimas por dentro, lágrimas de felicidad y tristeza a la vez, de dolor y dicha al mismo tiempo.


Aquel espíritu recordaba sus épocas de niña humana, cuando daba giros sobre sí misma viviendo con extraños que nunca comprendieron qué hacía mientras se remontaba en la puntita de sus pequeños pies; ni entendieron el jugueteo de sus dedos sobre una tabla vieja, simulando con su imaginación un majestuoso piano.


Aquel espíritu no podía expresarse y ansiaba que aquel niño-hombre que escribía, sin que notara su silenciosa presencia, llorara por ella.


-        Mi buena alma de niño. Mi hermano corazón de hombre. Si pudieras escucharme…- Le susurraba al oído del escribiente, pero los sonidos inaudibles de su deseo pasaban a través de su humana figura.


Algo hermoso pasó entonces:


Aún sabiendo que no hallaría una respuesta, decidió preguntarle, tal vez fantaseando una respuesta (respuesta a una pregunta jamás escuchada, pues, ¿qué mortal podría oírla?, A ella que andaba entre mundos invisibles e ilusoriamente lejanos?)


-        Dime pequeña alma, ¿qué oscuras tristezas han marchitado tus tesoros, esos que puedo ver desde aquí? ¿Qué ha opacado el brillo de tu alegría?





Y si es que acaso el alma tiene oídos, ello explicaría que la pluma del joven respondiera con su puño y letra:





“…y mi tristeza no es más que un no poder explicar el misterio de aquella melodía, el revivir una y otra vez esa extraña sensación de soledad profunda, de permitirme vaciarme de pronto como si mi corazón fuera una vasija llena de amor para darse  y aún así, algo pareció detener su impulso…Una fuente que me estalla y sin embargo no nace. Algo quiere abrirse en mí…


¡Ay de mis recuerdos que aún no recuerdo!!! ¡Ay de todo lo que siento tan intensamente y no se de donde llega!!! Ay de tantas cosas y de nada en concreto. ¿Cómo poder saberlo?, ¿saber qué? Si tan sólo alguien lo supiera…”





-        Yo lo sé pequeña alma, yo lo sé – Le susurraba nuevamente aquel ángel caído – Escucho tu corazón, escucha entonces al mío y no te sientas triste que nunca estamos solos. No sientes mi presencia, pero algún día mi voz lejana llegará a tu interior y lo sabrás…al fin lo sabrás.





“…Tal vez alguien lo sabe, alguien junto a mí posará sus alas y me escuchará…Pero, ¿qué es esto? ¿Deliro acaso? ¿Porqué, si es así, siento esta dulzura tan grande?, ¿por qué me parece que una voz melodiosa me llamará? Es sólo el deseo de oír mi corazón, es sólo eso…”





-        Escucha, pues soy parte de ti. Te necesito y me necesitas, mi buen buscador; tu propia Alma te llama para que la encuentres. Mis cálidas alas están hechas para ti.





La vela encendida sobre el escritorio pereció y una noche azulosa y fría cobijó al escribiente durante varias horas sobre su escritorio.


Al amanecer, una cajita musical lo despertó; adentro una bailarina…con alas…le sonrió.


sábado, 7 de julio de 2012

MENSAJE DE MIGUEL

Así me habló el regente del rayo azul, el  Señor de la Voluntad, un día del Sol en el cual escuché su voz:




"Empieza por la puerta que conoces: las emociones. El primer trabajo debe consistir en aprender a conducirlas y manejarlas"

-       ¿Cómo hago para aprender a manejarlas?

"Las emociones son como el fuego. Un fuego muy agitado puede causar destrucción y daño. Un fuego apagado no da calor ni es útil. Debes aprender a moderar tu fuego. Hay que saber graduarlo a la medida justa de manera que cumplan su función de otorgar más vida a lo que existe. El fuego emocional es como el calor que debe haber en todo. Ni un infierno interno ni un frío total son buenos. El equilibrio debe estar presente. Debe haber el suficiente fuego interior como para calentar el corazón suavemente e impulsar las acciones. El calor es amor brindado"

-       ¿Cómo se puede graduar ese fuego interno?

"Con una dosis de razonamiento. El hombre que desarrolla sanamente su razonamiento puede decidir sobre sus emociones y no permite que estas dominen sus pensamientos. Comunícate contigo, razona tu acción pues es el espejo de cómo se expresan tus emociones. Si tu acción es impulsiva o violenta es porque el fuego no es controlado, si tu acción es mecánica o a veces dudosa y temerosa, hace falta más calor. El fuego graduado es resultado de agregar la dosis que equilibre la acción a través de tu razonamiento. Si hay mucho fuego, respira, serénate y razona antes de actuar, no importa el tiempo que te lleve, pues más vale una acción lenta y acertada, que rápida y errónea. Cuando falte el fuego, agrégale más, recordando tu motivación interna, conectándote con el amor que aun no has despertado en ti, pues al actuar, a menudo los hombres olvidan el sentido de lo que hacen o a veces por pensar demasiado se pierden sin saber lo que buscan en realidad. Recuperar el sentido es agregar el fuego y la sal necesaria a la receta de la vida. Deja de hacer solo aquello que no tiene móvil alguno desde tu corazón, pues toda acción que no se hace con la suficiente dosis de fuego amoroso es totalmente inútil, aunque aparente ser buena, no podrá servirte ni servir a nadie. Los humanos caminan en medio de la heladez y el infierno que crean ellos mismos; no pueden evadir esta polaridad, pero si pueden esforzarse en mantener un equilibrio hasta darse cuenta que el fuego interior es mucho más que sentir calor o frío. El fuego adecuado da paz, el fuego verdadero da vida"

viernes, 6 de julio de 2012

EL PAISAJE



 



La doncella miró a través de la ventana de su habitación por segunda vez en su vida; el nuevo castillo le permitía ver aquella hermosa visión que la tenía perpleja: Un paisaje florido, aves de colores sobrevolando el jardín y hermosas montañas azules como un maravilloso fondo soñado por cualquier pintor.


Ella sonrió. Algo en ella se había transformado en aquel paisaje. Sintió que sus ojos se convertían en aquellas nubes y sus pupilas en diminutos soles que iluminaban su alma. Su piel percibió el viento y ésta se estremeció como si su aire agitado hubiera arrasado con los sembrados de su cuerpo y miles de semillas hubieran viajado a otros paraísos. El lago escondido tras el jardín, parecía un espejo misterioso donde todo secreto se escondía e imaginó en ese instante que reflejaba en él su rostro desde el cielo como si fuera una paloma inmensa que luego reposara en sus orillas y bebiera de él hasta saciarse.


Sus labios se humedecieron con ese pensamiento.


Imaginó que su cabello ondulante sobre el viento se mezclaba con las hojas y las ramas de aquellos arbustos lejanos y sintió en su vientre los pasos de un ser lleno de fortaleza que escalaba aquellas cumbres.


El paisaje era ahora parte de ella. La hermosa visión se había fundido en su interior.





Un amanecer, se levantó de su lecho la doncella y se acercó de nuevo a su ventana. El cielo nublado llenó de oscuridad su corazón. Una tormenta estaba por llegar, rayos luminosos hirieron el cielo violáceo.


Al principio sintió frío y temor, pero luego comprendió que todos los paisajes por más bellos días que obsequiaran, no podían negar dar también sus sombras. Las nubes cubrieron las montañas y su vientre se heló. El sonido de los truenos rompieron su corazón. Vio caer la lluvia al mismo ritmo que sus lágrimas y las flores desaparecidas opacaron sus mejillas y sus labios. A punto de enfermar estuvo la doncella, pero se mantuvo de pie y contempló la furiosa tormenta y la aceptó sin que por ello dejara de sentir la visión en ella misma.


Abrigó su cuerpo con ilusiones y se durmió.


Y llegó la noche.


La doncella despertó, se levantó y corrió rápidamente hacia su ventana. Afuera, las estrellas titilaban con suprema claridad. Un aire de tristeza la invadió. La heladez le pareció comprensible y deseó salir a abrigar a la noche con ternura, decirle que amaba también su oscuridad, que no importaba que pretendiera bajar sus estrellas como señal de su llanto. Ella pondría en su lugar una gran luna; con sus alas subiría y la encendería de afectos y al momento la noche sería feliz. Todo ello lo haría con tal que el paisaje siguiera allí, hermoso como siempre, inspirando cada uno de sus días, cada uno de sus sueños.




Fue así, que se preguntó si era posible realmente salir de su castillo; de ser así viajaría cual fantasma sobre aquel paisaje y reposaría en sus campos con la dicha más grande del mundo…exploraría sus aromas y se cobijaría con sus flores, nadaría en su lago sumergiendo su cuerpo hasta el fondo y surgiendo de nuevo a encontrarse con la niebla que envolvía sus montañas, treparía a los arbustos y se sentaría a charlar con los pájaros, oiría la música del viento y la voz de su tierra.


Pero se preguntó otras cosas: ¿Cómo salir de este encierro?, ¿Dejará el paisaje que yo le abrigue, querrá él abrazarme? ¿Podrá ser mi hogar? ¿Y si mi presencia desatara tormentas y noches interminables en vez de días soleados? ¿Podré vivir allí alguna vez? ¿Cómo sé que no habrán peligros o decepciones que como monstruos, me hagan abandonarle? ¿Cómo sabré si soy bienvenida?


Contempló, entonces, la doncella con tristeza, que aunque su alma fuera capaz de ir allá, ella continuaba atrapada en su castillo…que la distancia entre su paisaje soñado y su castillo era tan largo, tan largo que no podía medirlo.


Ella cerró sus labios y se abstuvo de gritar al viento: “Quiero estar contigo mi paisaje amado, quiero volar, salir de aquí y vivir en tu lago, tus montañas, tus flores, dejarme mojar por tus tormentas, visitar en las noches tu tristeza. Quiero estar en ti”


Guardó silencio y aquel deseo quedó oculto, pues de nada valía gritar frente a su ventana si su voz no llegaría ni a las aves.


Le pareció que el paisaje se tornaba borroso y aún más lejano. Esa distancia trazó un camino largo en su interior…




Un nuevo amanecer le hizo abrir los ojos. El sol, que visitó su castillo, invadió sus sentidos y el tiempo le susurró al oído que no podía acompañarla más. La puerta de la habitación se abrió de repente empujada por un viento lejano. Ella atravesó un pasadizo, bajó las escaleras y dejó atrás una puerta inmensa de hierro forjado…Se sintió libre.


Respiró profundo el aire que le regalaba la vida, miró al horizonte y ahí estaba: Todo lo hermoso de su paisaje le sonreía allí mismo, y seguía allí tan real como siempre. Entonces, dejó el miedo, o más bien, caminó con él empuñando entre sus dedos la fe de no perderse. Sabía que faltaba mucho por andar y sabía también que no era lo mismo ver todo desde el cielo que tocar con sus pies la tierra atravesándola en medio de piedras y espinos.




Pero ella ahora es feliz, viaja hacia el paisaje de sus sueños. No sabe si algún día llegará, más no le importa, pues lo hermoso siempre lo encontrará con cada paso…


viernes, 29 de junio de 2012

MOVIMIENTOS





Y el Amor se desliza por mis labios

y se convierte en beso,

en suspiro, en aliento y en voz…



Y se pasa por mi piel

y es el viento que acaricia

y tu mano que busca

y la lluvia que me moja

y la tela de tu ropa junto a la mía…



Y atraviesa mi mirada

y se transforma en luz o en espejismo

en materia o en fantasma

en colores o en oscuros pensamientos

que desaparecen cuando arriban

al Alma…



Y entra en mi corazón

y se vuelve fuego, lava hirviendo

y también en la danza de mi Espíritu divino.



Y toca al Dios en mí

y me convierto… irremediablemente

en Él…

martes, 26 de junio de 2012

PAISAJES EN LOS OJOS


Un presuntuoso enamorado

dijo a su novia un día:

- Yo puedo ver los paisajes que se pintan en los ojos.

- ¿Sí?- dijo ella- Entonces dime qué ves en los azules.

- En los ojos azules veo cielos y mares.

- ¿Y en los verdes?

- Bosques frondosos y prados.

- ¿Y en los de color almíbar?

- Fuego y días soleados.

- ¿Y en los grises?

- Nubes y nevados.

- ¿Y en los cafés?

- Leña de hogar y secas hojas al viento.

- Ahh…¿Y qué ves en los míos?

-      En los tuyos…

“Veo un mar infinito agitado por el viento de tus pestañas, y un ocaso al fondo que alcanza a iluminar aún la bóveda del cielo.

Veo al otro lado de tu playa, hermosas rocas llenas de musgo y montañas al fondo con su nieve en las alturas.

Veo un hogar encendido en su interior con el fuego que calienta al Alma y derrite al corazón.

Veo en tu prado, árboles creciendo y flores renaciendo, y en tus pupilas puedo ver, muy en el fondo, una noche que se asoma con una luna sonriendo, porque tus estrellas, como diamantes clavados en el cielo, aparecieron.

Veo llegar la lluvia de tus lágrimas, regándose en las copas de los árboles

y al amanecer aprecio

como el rocío parece

esmeraldas insertadas en sus hojas.

Y cuando al fin sonríes,

veo el sol que con el beso de tus párpados descansa

y las líneas que se forman en tu cara

se convierten en los rayos de ese sol

que pasan a través de tus ventanas

como chorros de luz cayendo sobre el mundo…”

Y su enamorada 

preguntó desconcertada:

- Pero si mis ojos son negros, ¿cómo es que ves todo aquello?

- Tus ojos no son negros, te equivocas. Son del color del arcoiris de mis sueños.

ORACIÓN PARA APRENDER A AMAR





Oh Padre Eterno, Luz de la existencia, Fuente de la Vida y Amor Manifestado:

Haz que sea tu Voluntad en mí el aprender a ser como Tú, encarnando el Amor que de ti proviene en cada día de mi vida.

Inspírame a unirme a Tu Esencia Amorosa y a vivir el Amor como un REGALO, que, sin sentir obligación alguna, pueda darlo a todo Ser con gracia y alegría.

Que pueda, Padre, aprender a vivir el Amor LIBRE de esperas. Que nada espere de nadie más que se amen y te encuentren. Que me llene tanto tu Amor que más nada desee recibir y poco necesitar.

Que aprenda a vivir el Amor con RESPETO, cambiando lástimas por compasión activa, valorando cada Ser como te valore a Ti más allá de sus errores.

Que aprenda a vivir el Amor con HUMILDAD, sin rebajar mi propia dignidad de ti heredada. Que pueda ver a todos como a iguales y servirles con ánimo sin distinción alguna.

Que aprenda a vivir el Amor RESPONSABLEMENTE, comprometiéndome con mi misión, haciendo frente a mis actos con valor, sinceridad y transparencia, sin hacer de mi vida un drama doloroso y sin sentido.

Que aprenda a vivir el Amor AMABLEMENTE. Que la rudeza y la frialdad no existan en mi vida. Entibia, pues, mi corazón con tu aliento; haz que mis manos se vuelvan generosas y que mis labios pronuncien con dulzura tu mensaje de esperanza, a través de una cálida sonrisa.

Libérame Dios interno y de la Vida, de la tristeza y de la ira, del orgullo y la apatía, haciendo a un lado el miedo oculto tras estas máscaras de ilusión y de ignorancia.

Alíviame de la ceguera de mi propio egoísmo y que aprenda, Amado Padre, a vivir tu Amor INCONDICIONAL, haciendo de mí un hijo activo, una parte tuya luminosa e ilimitada, y que cada día logre hacer de mi pequeño amor una fiel copia de tu inconmensurable Amor Divino.

Amén

ORACION INSPIRADA EN EL LIBRO: “LA MAESTRIA DEL AMOR” DE MIGUEL RUIZ

domingo, 24 de junio de 2012

SI QUIERES SER MAESTRO



Si quieres ser un profesor,


aprende a hablar mejor.


Si quieres ser un Maestro,


aprende a escuchar primero.





Si quieres ser un profesor


convence a los demás;


si quieres ser un Maestro


seduce a los demás.





Un profesor muestra un camino.


Un Maestro camina contigo.





Un profesor proclama ideas.


Un Maestro conduce Almas.





Si haz de profesar  habla lo que sabes.


Si haz de enseñar vive lo que sabes.





Si quieres ser profesor aprende más de lo que das.


Si quieres ser Maestro entrega más de lo que aprendes


y aprende más de quienes reciben lo que ofreces.


sábado, 23 de junio de 2012

EL NIÑO QUE QUERÍA CRECER


Vívía en un Mundo lejano, un niño de 11 años que nunca crecía. Por un hechizo misterioso, estaba destinado a ser un niño y a vivir como un niño en medio de aquellas tierras, junto con las hadas, los elfos y los gnomos. Lo acompañaban a veces las musas; y los animales de los bosques y las aguas, le enseñaban a defenderse y a sobrevivir en medio de aquel vasto lugar.

El niño era en verdad feliz y estaba tranquilo, llevando su ingenua vida sin mayores problemas. Hasta que en cierta ocasión, mientras él miraba un atardecer pintado en el cielo, vio aparecer un espléndido lucero. Era la estrella más hermosa y luminosa que jamás había visto. El niño quedó prendido de ella. En adelante sus días dejaron de tener paz, pero en cambio cada noche le traía la felicidad de contemplar la belleza de aquella estrella, de su estrella, por que sólo a él le parecía iluminarlo por dentro.

Pasaron muchas noches en las que el niño, viendo aparecer su estrella, se sentaba por horas y a veces noches enteras a contemplarla, hasta que fue tanto su ardiente deseo por la estrella, que aquella empezó a aparecerse también durante el día. Así, cuando el pequeño necesitaba ayuda y ánimo, ella aparecía en el firmamento y lo impulsaba a continuar.

Pero el amor del niño hacia su estrella fue creciendo y sintió que ya no era suficiente con verla y sentirse acompañado por ella, y por eso un día, tomó la firme decisión de ir por ella, traerla y así iluminar con ella su Mundo, para que todos pudieran conocerla y ser tan felices como él. Pero se dijo así mismo: “Para traerla necesitaré ser tan grande y tan alto que pueda alcanzar el cielo…¿cómo haré para crecer?, ¿cómo romperé este hechizo?” El niño guardó esta inquietud en su corazón por que su amor era secreto, nadie sabía lo que sentía por su estrella, nadie sabía de sus deseos…. Así que lo único que se le ocurrió hacer fue inventar cada día una estrategia para alcanzarla.

Durante varios meses intentó de mil maneras. Una vez construyó una enorme escalera con pinos, pero no supo en qué lugar del cielo apoyarla; otra ocasión se construyó unas alas con plumas de ganso y de águila, pero al probárselas no consiguió alzar el vuelo; otro día construyó unos zancos gigantes, pero no encontró quien le ayudara a colocarlos en sus pequeños pies; pidió ayuda a sus amigos del aire, pero le dijeron que nadie podía llegar allá y si se arriesgaban a llevarlo podían perecer…En fin, fueron muchos los intentos y el niño pensó entonces: “Lo único que puedo hacer es romper con el hechizo. ¿Quién puede hacer que yo crezca? Quiero ser grande, quiero ser un hombre, un hombre alto y fuerte, porque anhelo a mi estrella más que a nada”

Los días pasaron y el niño se hacía la misma pregunta siempre como un ruego. De pronto, escuchó una voz que le dijo: "Si le pides con todo el corazón el favor a los habitantes del cielo, tal vez ellos te ayuden…” El niño supo de inmediato que había sido su estrella quien lo había aconsejado, y de inmediato alzó su voz a los habitantes del cielo, diciendo: “Escúchenme, por favor, apreciados seres que recorren el cielo, soy tan sólo un niño enamorado de la luz de una de sus estrellas, ayúdenme a romper mi hechizo y a ser un hombre, ayúdenme, por lo que más quieran, mi anhelo es poder crecer para llegar a ella”


Fue tan dulce su súplica que, tan pronto su voz llegó a los límites del cielo, un espíritu celeste que allí rondaba, lo escuchó y volando corrió a contarlo a sus hermanos:



-         ¿Han escuchado eso, hermanos míos?
-         No, cuéntanos que has escuchado, que tan alegre corres a contarnos- Respondieron ellos.
-         Acabo de escuchar a un niño pedir que lo convirtamos en un hombre.
-         ¿Y su petición es sincera?
-         Creo que sí. Además me he fijado en su aspecto y es en verdad adorable. Me imagino cómo será convertido en todo un hombre…
-         ¡Ay!, Epithemia, ya empezaste con tus superficiales apreciaciones- Dijo su hermana Philia.
-         Si lo hubieras visto, Philia, intentarías conceder su deseo de inmediato. Es una hermosa criatura…
-         Sabes, Epithemia, que para llevar a cabo lo que me dices, tendría que saber quién es y qué hace...
-         ¡Bueno, bueno!!, ya está bien de discusiones - Intervino su hermano Eros. Lo importante es saber si podemos complacer su deseo. Cuéntanos Epithemia, ¿por qué pide tan ardientemente este pequeño ser un hombre?
-         Alcancé escuchar hermano Eros, que desea alcanzar una estrella de nuestro cielo…
-         ¿Cómo? ¿Así que tan pronto mi influencia ha tocado el corazón de este ser humano?
-         ¿A qué te refieres, Eros?- preguntaron inquietas sus hermanas.
-         Si no estoy mal, ni me falla la memoria, conozco a ese pequeño más que ustedes. Es el niño que no puede crecer al que encontré un día contemplando una estrella y conmovido por su mirada y por su indefensa situación sembré en su corazón el anhelo de alcanzarla.
-         Un momento- Le interrumpió Philia- si es el mismo niño del que hablas, debes enterarte, hermano mío, que fui yo quien inspiró a aquel pequeño a soñar con aquella estrella, y le hice apreciarla, admirarla, inspirarse con ella a tal punto que él podía verla incluso durante el día…
-         ¡Espera, Philia! – intervino con voz alarmada, Epithemia- me temo que ambos están delirando si creen que son los autores de este bello impulso que vive a hora nuestro niño. Han de saber que si no fuera porque desperté en él el vital deseo de buscar en el cielo su fuente de inspiración, nada de aquello que decís hubiera ocurrido. La estrella siempre ha estado entre nosotros, su luz siempre ha brillado, fui yo quien le abrió los ojos al pequeño…

Y durante un largo rato discutieron los 3 hermanos sobre quien había sido el causante de que un niño de 11 años, ahora estuviera enamorado de una estrella, olvidando por un momento su importante petición. Pero una cuarta hermana, que había presenciado en silencio su discusión, se empezó a reír en sus narices con tal gracia que los hermanos, percatándose de su presencia le interrogaron:

-         Hermana Ágape, tu que siempre guardas silencio y prudencia ante este tipo de cosas, no te burles de nosotros y dinos más bien tu opinión sobre este asunto.
-         Hermanos míos, lo importante no es saber las razones ocultas por las cuales cada uno de ustedes ha creado esta situación, sino más bien acatar al ruego de este pequeño, que es evidente, sufre por ver realizado su sueño. Les invito a que pensemos en ello y en verdad hagamos algo por ayudarle.

Ante las palabras sensatas de Ágape, sus tres hermanos estuvieron de acuerdo y luego de dar sus opiniones, finalmente decidieron que cada uno de ellos lo intentaría. Para ello estarían dispuestos a bajar a su Mundo y mientras durmiera el niño, otorgarle un don que le permitiera romper con su hechizo.

-         Yo seré la primera en lanzarme a esta aventura- dijo Epithemia, animada- Ya verán hermanos míos que, al amanecer, el niño será tan grande que en verdad podrá tocar su estrella y ustedes ni siquiera tendrán el trabajo de bajar a la Tierra.

Esa misma noche, bajó Epithemia y acercándose lo acarició por largo rato mientras le decía: “Pequeño mío, he querido, para bien de tu corazón, abrirte los ojos a la belleza, hacer que sientas en tu piel, lo maravilloso que se siente, aún en tu condición, percibir las cosas bellas. Cuando tu corazón dormía, no podías verlo, pero ahora que tus sentidos han cobrado vida, me siento feliz de que tu Alma pueda vivir esta experiencia. Sigue tus impulsos, pequeño, y verás que alcanzarás tu estrella” Y diciendo esto, abrazó con suma intensidad al niño, impregnándolo de su esencia y regresó a su hogar.

Al día siguiente, cuando el niño despertó, sintió que sus pies se alargaban inexplicablemente y se hundían en la tierra con fuerza, luego se elevó y comenzó a crecer y a crecer sin parar. Notó que su cuerpo se hizo tan fuerte, más que el de un hombre y se hacía ancho a medida que crecía. Sus brazos se extendieron como ramas gigantescas y pudo percibir por primera vez en su vida que su amada estrella parecía crecer ante su vista mientras él se acercaba al cielo.


Durante todo el día creció, la luz de su estrella lo alimentaba como un sol y él sintió en su piel, ahora verde, el fuego de su calor irradiando su deseo. El viento acarició sus hojas, refrescando su paciencia, la lluvia mojó sus ansias y nutrió sus raíces para fortalecer su anhelo; poco a poco se acercaba más al cielo, pero parecía un camino inalcanzable. Entre más crecía su cuerpo, más deseaba estar arriba, y con el tiempo, sintió que el calor lo iba quemando, lo iba agotando; se dio cuenta de que si seguía avanzando y si llegara a abrazar a su estrella, esta lo quemaría sin piedad…¿cómo podría hacer para traerla entonces?

Al final del día, su estrella era un enorme disco rojizo que palpitaba sobre su sien. El corazón del niño, sucumbió y tuvo que gritar al cielo: “Agradezco, me hayan convertido en un Hombre-árbol, pero no puedo alcanzar así a mi estrella”
Su voz llegó a los límites del cielo y Epithemia suspiró ante sus hermanos diciendo:
-         Hermanos míos, he realizado mi esfuerzo por cumplir el deseo del pequeño. Me doy por vencida. Lo regresaré a su estado anterior y ya mirarán ustedes que hacer ante esta situación.

Y así fue que al llegar la noche, el niño se encontró de nuevo en su refugio y viéndose liberado de tal condición, descansó tranquilo hasta el día siguiente. Philia, observándolo desde el cielo dijo: “Creo saber la forma para que este niño cumpla su sueño” y muy entusiasmada bajó aquella misma noche al lecho del niño y susurrándole al oído le dijo: “Mi hermoso niño, he visto como tus ojos han vislumbrado la belleza y en tal estado, he deseado que puedas vivir la  emoción de compartir con tu estrella esos momentos tan hermosos. En los días más oscuros, ella ha estado allí, y en los días luminosos también. Te he movido a ser un hombre, a ser digno de alcanzar su luz. Por eso, a partir de hoy y el resto de tus noches, podrás estar con tu estrella como anhelas tanto” Y con un tierno beso lo impregnó de su esencia.

Esa misma noche, en un estado que no parecía ser un sueño, pero tampoco una clara realidad, el niño notó que su cuerpo cambiaba extrañamente. Sus brazos y sus piernas se tornaron grandes y fuertes, su cuerpo adquirió una fuerza prodigiosa como la de un guerrero gigante, su cabello creció hasta sus caderas enraizado en su columna, sus dientes crecieron, y sus ojos, a lado y lado de su rostro mejoraron su visión y agudeza. Su agilidad lo hizo saltar de un brinco por las montañas y allí, ante la pálida sorpresa de la luna, vio crecer atónito un par de alas gigantescas, blancas y relucientes como las de ninguna criatura. 


En un salto rompió el viento y se aventuró hacia su estrella. No supo cuánto recorrió a trote sobre el firmamento, pero supo que mientras se acercaba a su estrella, esta cambiaba de forma y se hacía similar a él hasta que en un hermoso encuentro, la luminosa figura corrió junto a él recorriendo todo el Universo. Pero al llegar el amanecer, todo volvía a ser como antes, su amada estrella se alejaba nuevamente desapareciendo en un punto de luz inaccesible, y él volvía a ser el mismo niño de siempre. Sin embargo, su sonrisa cada madrugada delataba su profunda alegría y durante varias noches pudo encontrarse con ella, aunque todo pareciera una ensoñación.

Así pasó un buen tiempo, hasta que un amanecer, el niño no despertó con su habitual sonrisa, se había dado cuenta por fin de la ilusión y alzando de nuevo los ojos al cielo, gritó angustiado: “Gracias habitantes del cielo por este regalo, pero ya no lo quiero. Ha sido maravilloso recorrer lugares insospechados, convertido en radiante Hombre-pegaso, con mi amada estrella, pero mi anhelo está aún insatisfecho y ya mi alma suplica traer a mi estrella a vivir conmigo para siempre. ¿Saben acaso ustedes, si existe la manera de vivir junto a ella, de traer su luz a mi Mundo?”

Philia, quien había olvidado ya el asunto del pequeño, alcanzó a escuchar su lamento y muy triste buscó a sus hermanos y les dijo:
-         Hermanos queridos, son testigos ustedes de mi intento de cumplir el sueño de este niño y creo que en parte he satisfecho su súplica, pero ahora le he escuchado decir que no quiere seguir en la ilusión y pide nuevamente a nosotros volverlo grande para traer a su estrella. No sé qué harán ustedes, pero lo que soy yo, ya he hecho lo que he podido” Y diciendo esto se alejó. Eros, reconociendo que le había tocado el turno de intentarlo dijo:
-         Conozco una forma de hacer que este pequeño consiga ser un hombre y estar con su estrella, pero le causará dolor intentarlo y yo tendré también que acompañarlo cada vez que lo haga. Sin embargo, ya que fui yo quien le sembró este deseo de unión en el corazón, asumiré mi parte y lo conduciré a este nueva aventura.

Terminadas sus palabras, cogió un cofre de cristal, subió hasta la estrella del niño y trajo consigo un rayo de su luz. Luego bajó a la Tierra y mientras el niño dormía se acercó y con el pensamiento le dijo: “Adorable niño, por mi deseo de que seas al fin un hombre, he permitido que con los días aumentaras tu aprecio por la estrella hasta convertirse en un profundo anhelo de traerla contigo, de estar por siempre con ella. He sido el culpable de crearte este reto, de no dejarte dar por vencido ante esta precaria necesidad de acercarte a nuestro cielo  y por ello te he traído un trozo de tu estrella. Así podrás estar con ella todos los días siempre que imagines o recuerdes que eres un hombre, grande y fuerte, así como sueñas” y diciendo estas palabras abrió el cofre y de inmediato el trozo de luz estelar salió y se entró por la boca del pequeño, despertándolo inmediatamente. Eros desapareció al instante.


-         ¡Por todos los cielos!!- Gritó el niño asustado-  ¿Qué es esto tan extraño que siento? ¡Mi corazón se está quemando!!! ¡Siento un fuego terrible dentro de mí, pero a la vez una alegría que no me cabe en el pecho!.-

El niño cerró los ojos y soñó que su estrella entraba en él y él se había vuelto también una estrella, y al despertar encontró a su lado el cofre de cristal y una pequeña llama escondida en su interior. Entonces, comprendió lo que sucedía. Desde ese momento, cada vez que quería estar con su estrella, podía sentirla y no sólo estaba con él ahora, sino que podía ser él mismo como ella, y sentir ese éxtasis de felicidad cuando estaban juntos, él en ella y ella en él, aunque no dejó de sentir el dolor en su pecho cuando el fuego de su estrella lo quemaba adentro. Sin embargo, el niño se sentía feliz y se veía grande, tan grande como el mismo cielo.

Pasaron varios meses y el niño poco a poco fue olvidando la estrella del firmamento, aquella estrella real, que había sido su primera inspiración. Ya él no miraba arriba, andaba conforme con su trozo de estrella en la Tierra y se aferró a esta como ciego. Ya no jugaba con las hadas y los elfos, ya no cuidaba de igual modo a sus amigos animales, su principal actividad era satisfacer su necesidad de luz, sentir ese breve pero intenso momento en que se unía a la estrella de su cofre y no permitía que nadie se acercara a ella.

Con el tiempo, el niño se empezó a sentir cansado, su piel se fue arrugando, quizás por el calor y por el dolor de su estrellita de mano, y un día, llevó sus ojos hacia el cielo como hace tiempos no lo había hecho. Al ver la estrella, clara y reluciente, que pendía como un fabuloso adorno de la naturaleza, recordó repentinamente su ancestral amor por ella…Algo en su interior rejuveneció al instante y un sentimiento más luminoso incluso, que el de la luz de su estrella dentro de él, lo revitalizó por completo. Recordó su verdadera intención, recordó su viejo anhelo de convertirse en un hombre, de escalar el viento y llegar a su estrella lejana y hermosa, completa como era, ahora más que nunca, ahora que conocía su esencia, que había respirado su cercanía, ahora que había sentido su luz en él, ahora que había entendido que ambos eran uno en realidad, que ella no era más que su origen, su destino, que su propio corazón estaba hecho de su luz…Debía entonces subir allá, hacerse digno de volar y alcanzarla. Pero, tras este recuerdo, surgió de nuevo la pregunta: “¿Cómo llego a ti?, ¿Cómo?”



Y esta pregunta viajó nuevamente a los límites del cielo y Eros, lo escuchó. Fue entonces a buscar a sus hermanos y les dijo: “Este pequeño ya se ha vuelto grande con el tiempo, grande por dentro, lo suficiente para alcanzar su estrella. Ya su alma se fue arrugando con las experiencias que ha tenido y acaba de despertar de nuevo a la vida. He cumplido con mi intento, amados hermanos, ya nada hay en mis manos que ofrecer” Y diciendo esto bajó a la Tierra, cogió su cofre y dijo al niño: “Cuando quieras volver a recordar a que sabe una estrella, sólo invócame y al instante estaré a tu lado” Y partió de nuevo al cielo.

Ágape, la cuarta de las hermanas, observando con atención todo lo sucedido se dirigió a sus hermanos diciéndoles:
-         Hermanos Epithemia, Philia y Eros: no se sientan tristes por sus intentos, por el contrario, han hecho que este pequeño, en verdad haya crecido, más que en tamaño, en corazón. Gracias a ustedes ha conocido al amor, ha gustado de su aroma, ha sentido su grandiosa cercanía, ha vivido con su luz; ahora puede llegar a su estrella.
-         Pero, Ágape, el niño no ha cumplido aún con su deseo y ya hemos hecho todo lo que ha estado en nuestras manos. Te corresponde a ti intentarlo, ahora, eres su última esperanza.
-         Todo lo que ustedes han hecho ha sido preparar su camino; en este momento, ya puede el pequeño andar solo.
-         ¿Y tú? ¿No vas a hacer nada por él?
Ágape sonrió. Sus hermanos conocían esa sonrisa, así que la dejaron guardar en silencio su secreto como el más preciado tesoro. Y así fue que Ágape bajó a la Tierra y encontrando  al niño dormido, sopló sobre su rostro y al momento el pequeño despertó. Contempló este el rostro de aquel espíritu hermoso y eterno y Ágape, mirándolo con afecto infinito, penetró en sus ojos, en silencio, siempre en silencio, hasta que entró en su interior. El niño continuó su plácido sueño y la noche transcurrió en calma.

Al día siguiente, el “pequeño” despertó. Y al abrir los ojos lo primero que vio fue a su amada estrella brillando más fuerte que nunca. Ensimismado en aquella visión se levanto sin percatarse de su estado; se acercó al río donde acostumbraba bañar su cuerpecito y se dio cuenta de que algo mágico había sucedido. Él ya no era el mismo. Se había convertido en un hombre, grande y fuerte como había deseado; de piel trigueña y fuerte, mirada profunda, miembros fuertes y pecho amplio e imponente…

Y mirando al cielo preguntó sorprendido cómo había ocurrido el milagro…y supo dentro de sí que, en verdad, cada vez que buscaba estar con su estrella, cada vez que era ayudado para unirse a ella, crecía un poco más y no lo había notado. El amor había roto el hechizo.

“Y ahora que soy un hombre, ¿podré subir hasta mi estrella amada? Aún el cielo lo encuentro tan lejano como antes…” dijo para sí. Pero su ágape interior le contestó al instante:


No será crecer en estatura lo que te hará ascender al cielo, ni serán tus manos las que alcanzarán tu estrella, tampoco tu grandeza y fortaleza te harán unirte a ella. Será tu corazón de hombre. Es a tu corazón al que le crecerán las alas, será él quien volará hasta el cielo. Vuela corazón de hombre hacia tu estrella. Yo el Amor, te espero…”

 

Denyse Gómez