miércoles, 11 de julio de 2012

SI SOMOS AMIGOS






¿Alguna vez te han regalado una estrella?

Si somos amigos

yo prometo regalarte la que tú escojas…!



¿Alguna vez te han regalado flores?

Si somos amigos

yo prometo regalarte todas las que encuentre…!



¿Alguna vez te han regalado sueños?

Si somos amigos

yo prometo regalarte los que tenga contigo…!



¿Alguna vez te han regalado lluvias?

Lo siento…

No puedo prometerte eso,

porque cuando llueve llora al cielo

y yo a un Amigo

no suelo regalarle llantos.



Pero si somos Amigos,

¡yo prometo consolar tus lluvias!


lunes, 9 de julio de 2012

LA MELODÍA

 




“ La música atravesó mis oídos y me penetró como un susurro iluminado, como un viento melodioso que dio luz a mi interior.


Una nostalgia desconocida se apoderó de mi Ser, se sentó junto a mi corazón y dirigió la orquesta que habitaba en mi alma. La triste melodía “Para Elisa”, me llevó a otro lugar…cerré mis ojos y ya el Mundo no era igual.


Dejé de oír por segundos el ruido de la calle que hasta entonces parecía una enmarañada confusión, una sombra lúgubre de mis sueños. La gente alrededor se silenció, todo dejó de existir, los vehículos y las esquinas, los almacenes y las tiendas en la calle, todo se convirtió en pintura fresca desecha por el agua de aquella extraña emoción.


Descosí por dentro un profundo sentimiento y algo guardado surgió entonces tras la oscuridad de mis pupilas. Quise que de mis ojos saliera un río de recuerdos líquidos, pero algo en mí no me dejaba hacerlo, algo encendido por esa pequeña caja musical me lo impidió.


En un parpadeo observé con asombro infantil la diminuta muñequita que danzaba su tristeza. Sus movimientos hicieron bailar algo en mi alma y cada nota me golpeó compás a compás, como agujeteos dulces en mi corazón.


Desde aquel día, no pude despertar. Vivo ahora una nublada ensoñación, como si aquella cajita, inofensiva en apariencia, hubiera tirado abajo los muros que me dividían por dentro.


Y aún no reconozco con claridad lo que me embarga: ¿un viejo recuerdo sin recordar? No lo sé. Pero no puedo lavarme esta sensación del cuerpo ni del alma…”





Su mariposa ancestral, su alma hermana, compañera de antiguos renacimientos, observaba a sus espaldas como relataba en tinta lo que ni él mismo comprendía.


Y recordaba ella misma sus nostalgias frente a las melodías, en especial de aquella, cuando en una de esas tantas vidas terrenales, danzaba como aquella muñequita mientras escuchaba tocar el piano “Para Elisa” con una dicha ciega, con una emoción rebosada, llena de lágrimas por dentro, lágrimas de felicidad y tristeza a la vez, de dolor y dicha al mismo tiempo.


Aquel espíritu recordaba sus épocas de niña humana, cuando daba giros sobre sí misma viviendo con extraños que nunca comprendieron qué hacía mientras se remontaba en la puntita de sus pequeños pies; ni entendieron el jugueteo de sus dedos sobre una tabla vieja, simulando con su imaginación un majestuoso piano.


Aquel espíritu no podía expresarse y ansiaba que aquel niño-hombre que escribía, sin que notara su silenciosa presencia, llorara por ella.


-        Mi buena alma de niño. Mi hermano corazón de hombre. Si pudieras escucharme…- Le susurraba al oído del escribiente, pero los sonidos inaudibles de su deseo pasaban a través de su humana figura.


Algo hermoso pasó entonces:


Aún sabiendo que no hallaría una respuesta, decidió preguntarle, tal vez fantaseando una respuesta (respuesta a una pregunta jamás escuchada, pues, ¿qué mortal podría oírla?, A ella que andaba entre mundos invisibles e ilusoriamente lejanos?)


-        Dime pequeña alma, ¿qué oscuras tristezas han marchitado tus tesoros, esos que puedo ver desde aquí? ¿Qué ha opacado el brillo de tu alegría?





Y si es que acaso el alma tiene oídos, ello explicaría que la pluma del joven respondiera con su puño y letra:





“…y mi tristeza no es más que un no poder explicar el misterio de aquella melodía, el revivir una y otra vez esa extraña sensación de soledad profunda, de permitirme vaciarme de pronto como si mi corazón fuera una vasija llena de amor para darse  y aún así, algo pareció detener su impulso…Una fuente que me estalla y sin embargo no nace. Algo quiere abrirse en mí…


¡Ay de mis recuerdos que aún no recuerdo!!! ¡Ay de todo lo que siento tan intensamente y no se de donde llega!!! Ay de tantas cosas y de nada en concreto. ¿Cómo poder saberlo?, ¿saber qué? Si tan sólo alguien lo supiera…”





-        Yo lo sé pequeña alma, yo lo sé – Le susurraba nuevamente aquel ángel caído – Escucho tu corazón, escucha entonces al mío y no te sientas triste que nunca estamos solos. No sientes mi presencia, pero algún día mi voz lejana llegará a tu interior y lo sabrás…al fin lo sabrás.





“…Tal vez alguien lo sabe, alguien junto a mí posará sus alas y me escuchará…Pero, ¿qué es esto? ¿Deliro acaso? ¿Porqué, si es así, siento esta dulzura tan grande?, ¿por qué me parece que una voz melodiosa me llamará? Es sólo el deseo de oír mi corazón, es sólo eso…”





-        Escucha, pues soy parte de ti. Te necesito y me necesitas, mi buen buscador; tu propia Alma te llama para que la encuentres. Mis cálidas alas están hechas para ti.





La vela encendida sobre el escritorio pereció y una noche azulosa y fría cobijó al escribiente durante varias horas sobre su escritorio.


Al amanecer, una cajita musical lo despertó; adentro una bailarina…con alas…le sonrió.


sábado, 7 de julio de 2012

MENSAJE DE MIGUEL

Así me habló el regente del rayo azul, el  Señor de la Voluntad, un día del Sol en el cual escuché su voz:




"Empieza por la puerta que conoces: las emociones. El primer trabajo debe consistir en aprender a conducirlas y manejarlas"

-       ¿Cómo hago para aprender a manejarlas?

"Las emociones son como el fuego. Un fuego muy agitado puede causar destrucción y daño. Un fuego apagado no da calor ni es útil. Debes aprender a moderar tu fuego. Hay que saber graduarlo a la medida justa de manera que cumplan su función de otorgar más vida a lo que existe. El fuego emocional es como el calor que debe haber en todo. Ni un infierno interno ni un frío total son buenos. El equilibrio debe estar presente. Debe haber el suficiente fuego interior como para calentar el corazón suavemente e impulsar las acciones. El calor es amor brindado"

-       ¿Cómo se puede graduar ese fuego interno?

"Con una dosis de razonamiento. El hombre que desarrolla sanamente su razonamiento puede decidir sobre sus emociones y no permite que estas dominen sus pensamientos. Comunícate contigo, razona tu acción pues es el espejo de cómo se expresan tus emociones. Si tu acción es impulsiva o violenta es porque el fuego no es controlado, si tu acción es mecánica o a veces dudosa y temerosa, hace falta más calor. El fuego graduado es resultado de agregar la dosis que equilibre la acción a través de tu razonamiento. Si hay mucho fuego, respira, serénate y razona antes de actuar, no importa el tiempo que te lleve, pues más vale una acción lenta y acertada, que rápida y errónea. Cuando falte el fuego, agrégale más, recordando tu motivación interna, conectándote con el amor que aun no has despertado en ti, pues al actuar, a menudo los hombres olvidan el sentido de lo que hacen o a veces por pensar demasiado se pierden sin saber lo que buscan en realidad. Recuperar el sentido es agregar el fuego y la sal necesaria a la receta de la vida. Deja de hacer solo aquello que no tiene móvil alguno desde tu corazón, pues toda acción que no se hace con la suficiente dosis de fuego amoroso es totalmente inútil, aunque aparente ser buena, no podrá servirte ni servir a nadie. Los humanos caminan en medio de la heladez y el infierno que crean ellos mismos; no pueden evadir esta polaridad, pero si pueden esforzarse en mantener un equilibrio hasta darse cuenta que el fuego interior es mucho más que sentir calor o frío. El fuego adecuado da paz, el fuego verdadero da vida"

viernes, 6 de julio de 2012

EL PAISAJE



 



La doncella miró a través de la ventana de su habitación por segunda vez en su vida; el nuevo castillo le permitía ver aquella hermosa visión que la tenía perpleja: Un paisaje florido, aves de colores sobrevolando el jardín y hermosas montañas azules como un maravilloso fondo soñado por cualquier pintor.


Ella sonrió. Algo en ella se había transformado en aquel paisaje. Sintió que sus ojos se convertían en aquellas nubes y sus pupilas en diminutos soles que iluminaban su alma. Su piel percibió el viento y ésta se estremeció como si su aire agitado hubiera arrasado con los sembrados de su cuerpo y miles de semillas hubieran viajado a otros paraísos. El lago escondido tras el jardín, parecía un espejo misterioso donde todo secreto se escondía e imaginó en ese instante que reflejaba en él su rostro desde el cielo como si fuera una paloma inmensa que luego reposara en sus orillas y bebiera de él hasta saciarse.


Sus labios se humedecieron con ese pensamiento.


Imaginó que su cabello ondulante sobre el viento se mezclaba con las hojas y las ramas de aquellos arbustos lejanos y sintió en su vientre los pasos de un ser lleno de fortaleza que escalaba aquellas cumbres.


El paisaje era ahora parte de ella. La hermosa visión se había fundido en su interior.





Un amanecer, se levantó de su lecho la doncella y se acercó de nuevo a su ventana. El cielo nublado llenó de oscuridad su corazón. Una tormenta estaba por llegar, rayos luminosos hirieron el cielo violáceo.


Al principio sintió frío y temor, pero luego comprendió que todos los paisajes por más bellos días que obsequiaran, no podían negar dar también sus sombras. Las nubes cubrieron las montañas y su vientre se heló. El sonido de los truenos rompieron su corazón. Vio caer la lluvia al mismo ritmo que sus lágrimas y las flores desaparecidas opacaron sus mejillas y sus labios. A punto de enfermar estuvo la doncella, pero se mantuvo de pie y contempló la furiosa tormenta y la aceptó sin que por ello dejara de sentir la visión en ella misma.


Abrigó su cuerpo con ilusiones y se durmió.


Y llegó la noche.


La doncella despertó, se levantó y corrió rápidamente hacia su ventana. Afuera, las estrellas titilaban con suprema claridad. Un aire de tristeza la invadió. La heladez le pareció comprensible y deseó salir a abrigar a la noche con ternura, decirle que amaba también su oscuridad, que no importaba que pretendiera bajar sus estrellas como señal de su llanto. Ella pondría en su lugar una gran luna; con sus alas subiría y la encendería de afectos y al momento la noche sería feliz. Todo ello lo haría con tal que el paisaje siguiera allí, hermoso como siempre, inspirando cada uno de sus días, cada uno de sus sueños.




Fue así, que se preguntó si era posible realmente salir de su castillo; de ser así viajaría cual fantasma sobre aquel paisaje y reposaría en sus campos con la dicha más grande del mundo…exploraría sus aromas y se cobijaría con sus flores, nadaría en su lago sumergiendo su cuerpo hasta el fondo y surgiendo de nuevo a encontrarse con la niebla que envolvía sus montañas, treparía a los arbustos y se sentaría a charlar con los pájaros, oiría la música del viento y la voz de su tierra.


Pero se preguntó otras cosas: ¿Cómo salir de este encierro?, ¿Dejará el paisaje que yo le abrigue, querrá él abrazarme? ¿Podrá ser mi hogar? ¿Y si mi presencia desatara tormentas y noches interminables en vez de días soleados? ¿Podré vivir allí alguna vez? ¿Cómo sé que no habrán peligros o decepciones que como monstruos, me hagan abandonarle? ¿Cómo sabré si soy bienvenida?


Contempló, entonces, la doncella con tristeza, que aunque su alma fuera capaz de ir allá, ella continuaba atrapada en su castillo…que la distancia entre su paisaje soñado y su castillo era tan largo, tan largo que no podía medirlo.


Ella cerró sus labios y se abstuvo de gritar al viento: “Quiero estar contigo mi paisaje amado, quiero volar, salir de aquí y vivir en tu lago, tus montañas, tus flores, dejarme mojar por tus tormentas, visitar en las noches tu tristeza. Quiero estar en ti”


Guardó silencio y aquel deseo quedó oculto, pues de nada valía gritar frente a su ventana si su voz no llegaría ni a las aves.


Le pareció que el paisaje se tornaba borroso y aún más lejano. Esa distancia trazó un camino largo en su interior…




Un nuevo amanecer le hizo abrir los ojos. El sol, que visitó su castillo, invadió sus sentidos y el tiempo le susurró al oído que no podía acompañarla más. La puerta de la habitación se abrió de repente empujada por un viento lejano. Ella atravesó un pasadizo, bajó las escaleras y dejó atrás una puerta inmensa de hierro forjado…Se sintió libre.


Respiró profundo el aire que le regalaba la vida, miró al horizonte y ahí estaba: Todo lo hermoso de su paisaje le sonreía allí mismo, y seguía allí tan real como siempre. Entonces, dejó el miedo, o más bien, caminó con él empuñando entre sus dedos la fe de no perderse. Sabía que faltaba mucho por andar y sabía también que no era lo mismo ver todo desde el cielo que tocar con sus pies la tierra atravesándola en medio de piedras y espinos.




Pero ella ahora es feliz, viaja hacia el paisaje de sus sueños. No sabe si algún día llegará, más no le importa, pues lo hermoso siempre lo encontrará con cada paso…