Me hicieron creer que estaba
vivo
comiéndome las ilusiones que me
tuvieron durmiendo.
Me levantaba en las mañanas sin
escuchar ningún ruido
pero escuché en mi interior un
gran estruendo:
era la Verdad que se asomaba
como un sol de madrugada;
y me sorprendió ver que
lastimaba
mi vista al intentar mirarla,
pues me hicieron creer en mil
mentiras
disfrazadas de verdades a
medias,
mientras la Realidad se
mantenía escondida.
Viví encerrado en un establo
construido de icopor y de
madera
disfrazado “sin embargo”,
de luminosas monedas,
y cada día
mi Alma por ellas vendía
para merecer el pan y el techo,
y así tener el “derecho”
de pisar mi tierra yerta.
No sabía que la vida era un
regalo gratuito,
y que todo alrededor era en
esencia Divino,
tan solo por existir y por
haber nacido.
Me hicieron jurar sobre un
“gran libro”
construido con montones de
retazos,
para validar –tan solo por un
rato-
mi voz ante el pastor de turno,
ese que me esquiló en pleno
julio
cuando en el sur es invierno,
sacando mi vello tierno
y dejándome desnudo
sin importar que tan crudo
era el frío en mi interior.
Pero más hambre de verdad que
de heno
yo tenía
y por eso preguntaba al fuego
de mi corazón
y así me respondía:
“Todo está al revés en este
suelo”.
Me ocultaron el paraíso
verdadero
que se encuentra al otro lado
de esta Tierra,
me manipularon con la ciencia
con las leyes y la religión.
Me dijeron que la vida
consistía
en nacer para morir después
sin tener el chance ni una vez
de poder cambiar la situación.
Pero luego descubrí la
Eternidad…
Y entonces hice honor a mi
pelaje negro.
-“¡Una oveja se ha escapado!”
–ellos dijeron,
pero solo regresé a mi
Identidad.
Supe que Yo no era ese borrego
que me mostraron en el fango,
era simplemente un Ser Humano
que logró por fin verse en el
Cielo.